Temporada de huracanes: flujo de conciencia sobre las brujas, las zorras y e hijuep..tas
Esta es una bestia complicada. La premisa es atractiva, pero se suelta bastante rápido y te deja tropezar por una jungla de comas y groserías.
El resumen de Temporada de huracanes podría ser este: la bruja de un pueblo mexicano es asesinada. A medida que la historia se desarrolla en un patio de recreo lleno de yonquis, prostitutas, ladrones y la escena queer, la sombra de la bruja proyecta un glamour gótico sobre los jugadores y sus problemas, por lo demás totalmente modernos, para cobrar, echar un polvo o drogarse.
Los personajes cuentan sus propias historias en un flujo de conciencia jugoso y desagradable, y el mundo se construye con imágenes amontonadas que se aplican con rapidez. Melchor escribe con frases atropelladas que realmente se atropellan. Una sola frase suele durar más de una página, atravesada por comas como si las hubiera cargado en una pistola de grapas y disparado a intervalos para evitar que el conjunto se desmorone.
Es un estilo de escritura difícil de asimilar, supone un esfuerzo consciente, pero el flujo te atrapa y te envuelve en la construcción de su mundo y sus personajes. El desenfreno, la suciedad y los latigazos de lo irreal probablemente atraigan a los fans de las novelas de Nick Cave, Salman Rushdie o quizá la poesía de Lydia Lunch.
Quizás lo que le falta a este libro es el más disparatado de los poderes del Capitán Planeta y los Planetarios: el corazón. Hay una historia de amor en el centro y los amantes son simpáticos, pero la narración no se detiene en ellos ni parece disfrutar del tiempo que les dedica. Se presta más atención al grupo de imbéciles y perdedores que los rodean; agrios, limitados, autocompasivos, pobres tanto en lo material como en lo espiritual. A pesar de las diferencias en sus orígenes y objetivos, todos son del mismo tipo y tan uniformemente superficiales que la propia narración empieza a parecer superficial.
Además, la voz y el vocabulario son idénticos. Todos los personajes califican a las mujeres de perras, zorras y/o putas, mientras que los hombres son unos cabrones, unos gilipollas y/o unos hijos de puta. Todas estas palabras son geniales hasta que se usan en exceso. Llega un punto en el que pierden su impacto y suenan gratuitas. Por desgracia, Temporada de huracanes llega a ese punto y lo sobrepasa.
Del mismo modo, uno o dos gilipollas amargados y desagradables animan una aventura sin fin, pero cuando todos los personajes son gamberros, zorras o alguna variación de los mismos, puede parecer artificioso. Tal vez la lección aquí es que cuando se dispara a la degeneración sabrosa y se falla se aterriza en el cabaret malo con su desfile de abofeteadores intercambiables en redes de pesca.
A pesar de todo, si eres un lector aventurero, no dejes de leerlo. El estilo de escritura es único, y no puedo subestimar lo raro que es eso. A veces, un experimento desigual es mucho más interesante que un asunto pulido por los números.
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