La otra costilla de la muerte de García Márquez: un estudio posmoderno
El posmodernismo es tanto un rechazo como una continuación del modernismo. Esta filosofía es un conglomerado de diversas tesis planteadas por varios filósofos, como Nietzsche, Heidegger, Derrida, Foucault, por nombrar sólo algunos. Por lo tanto, presentar una lista exhaustiva de las ideas posmodernas es casi una hazaña imposible. El objetivo de este ensayo es, por tanto, presentar un estudio exhaustivo, aunque no exhaustivo, del cuento «La otra costilla de la muerte» del célebre escritor colombiano Gabriel García Márquez.
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Uno de los factores que marcan la teoría literaria posmoderna es el cuestionamiento y el rechazo de un metarrelato global. Este cuento de Márquez rechaza hábilmente el metarrelato bíblico del cielo y el infierno, de la vida mundana y la vida después de la muerte. Borra los límites entre lo mundano y lo celestial al yuxtaponer las experiencias de la vida y la muerte. Además, hace que la cruda realidad de la muerte no sea más que una sutil transición de esta morada terrenal al otro mundo:
«Resignado, escuchó la gota, espesa, pesada, exacta, como goteaba en el otro mundo, en los errores y el mundo absurdo de las criaturas racionales».
Así, para el público de Márquez, la muerte no parece ser más que un acto de descomposición del cuerpo y el líquido interior que se filtra en el otro mundo. No se habla de cielo o infierno, de recompensa y castigo. Además, la distinción entre cuerpo y alma prácticamente disminuye. Lo intangible se vuelve tangible, lo tangible se vuelve líquido. La masa deja paso a la materia interior. Sin embargo, el lector no puede distinguir si está hablando del alma o de su existencia mundana.
Esta narración, en esencia, es la imagen de un momento de autorreflexión y autoconciencia; un momento de «conciencia de desdoblamiento». Paradójicamente, en este momento el protagonista también se da cuenta «de que la separación de los dos cuerpos en el espacio era sólo apariencia, mientras que en realidad los dos tenían una naturaleza única y total». Esta fragmentación del yo, así como la desaparición del sujeto, son temas principales de la narrativa posmoderna.
El protagonista siente que todo su cuerpo se liquida y se convierte en nada. Todos los sentidos quedan borrados; ya no puede oler el formol ni oír el sonido del grillo. Sin embargo, al igual que el posmodernismo no lamenta la idea de fragmentación y deshumanización de un sujeto, Márquez también celebra el «mundo absurdo de las criaturas racionales». Su hipótesis de que era una posibilidad «que el hermano enterrado permaneciera incorruptible mientras la podredumbre invadía al vivo» le da al protagonista una nueva satisfacción y afán por filtrarse en el otro mundo.
La narración se hace aún más compleja mediante el uso de múltiples voces. Esta fragmentación de voces proporciona a los lectores una aguda conciencia de la ausencia de un único punto de vista. El repentino y cambiante patrón de voces; de la narración en tercera persona a la primera persona y luego de nuevo a la tercera persona; deja espacio para varias interpretaciones. Así, cuando se nos dice «Viajaban en un tren – ahora lo recuerdo – he tenido este sueño con frecuencia…» el lector tiene que pararse a pensar quiénes son el «ellos» y el «yo» de esta historia. De este modo, se rechaza de plano la tan cacareada idea del yo único y consciente y de la existencia a través de los metarrelatos.
Además, el bricolaje de varios elementos inconexos y extraños dentro del sueño, y su profunda conexión con el realismo, conduce a otro aspecto de la ficción posmoderna. La ficción de Márquez está inextricablemente conectada con el realismo mágico. Representa el realismo de los acontecimientos ordinarios entrelazándolos hábilmente con nítidos elementos fantásticos y oníricos. De ahí que «La otra costilla de la muerte» se desarrolle en el territorio entre el sueño y la vigilia. Los pensamientos y el sueño del protagonista y la situación real se entremezclan. Así, el lector no puede distinguir cuál es un sueño y cuál representa la realidad. Así, el olor a formol, el cadáver que agoniza en la otra habitación, la muerte de su hermano; todo se mezcla con su sueño.
Y al final de la historia, su pensamiento sobre la gota de agua que llena toda la habitación en una hora o en miles de años termina en la gota que gotea en el otro mundo. Aquí el lector es incapaz de comprender si la gota es el líquido tangible que está cayendo del techo, o es el líquido de su cuerpo que se ha filtrado a través de su piel para entrar en el otro mundo.
Así, la interpretación del texto sigue siendo enigmática. Está abierto a muchas interpretaciones y sus significados nunca pueden agotarse. El bricolaje de múltiples imágenes, el dudoso narrador, las múltiples voces, la fragmentación del ser; todo ello contribuye a que esta narrativa posmoderna sea prácticamente intraducible.